No ralentizar.
No descansar.
Parar.
Dejar de hacer por un instante.
No por pereza, ni por cansancio.
Sino porque algo dentro llama.
Y ya no puedes seguir fingiendo que no escuchas.
Parar es un acto de poder.
Porque en el silencio empiezan a hablar las partes de ti que habías exiliado.
Las que reprimiste para encajar.
Las que ocultaste para no ser juzgado.
Y cuando paras… aparece ella.
La sombra.
Tu sombra.
No como algo oscuro que debas eliminar.
Sino como lo que eres y aún no has abrazado.
Carl Jung lo explicó con claridad brutal:
“Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida… y tú lo llamarás destino.”
La sombra no es tu enemiga.
Es la puerta.
El mapa.
La voz del niño que un día encerraste.
La rabia que contiene una verdad olvidada.
El miedo que protege una herida sagrada.
Parar no es perder el tiempo.
Es atreverse a mirar de frente.
A dejar de correr en círculos.
A dejar de huir de ti.
Mira dentro.
Sin juicio.
Sin prisa.
Puede que duela.
Pero detrás del dolor, hay oro.
– Magus
